De inicio creo que una de las cosas que puedo entender ahora es que sí, siento envidia... El no haber estado presente en ninguno de los conciertos que The Cure dio en la Ciudad de México hace poquito más de dos años me ronda la cabeza y el pecho con una sensación de adormecimiento. Hay algo en mí que aunque entiende que las cosas se presentan en sus tiempos y sus espacios y que por algo son así, debo ser capaz de aceptar ante mí misma que siento una profunda envidia por mi tardía llegada al mundo Cure. Siento que ese fue un momento que debió ser definitivo para la mayoría de los que asistieron a los conciertos y que tenían uno u otro interés en la banda. Sé que los que estaban apenas adentrándose debieron desarrollar la pasión desde esos momentos, sé que los fans de coraza pudieron perder la razón y que los fans más antiguos además de perder la cordura debieron ganar una carga de emociones vitales y revitalizantes. Por otro lado creo que puedo por medio de los recuerdos de otros vivir de alguna forma parte del todo aquel que representaron las tocadas históricas a las que me estoy refiriendo. Puedo ver los rostros de los que me han platicado sus experiencias, puedo vibrar un poco a cada comentario y cada nueva anécdota. La selección de canciones es por demás excelente. Siempre faltan, por supuesto... no siempre sobran, también.
La fuerza del grupo y las individualidades se notan a pesar de que la grabación no es la más óptima para poder apreciarlas del todo, pero hay actitudes que van más allá de la calidad de la imagen o el sonido.
Hay todavía más que decir al respecto de lo que he visto y escuchado últimamente y seguramente... continuará.
